lunes, 18 de marzo de 2024

RESEÑA DE "LA ROSA PÚRPURA DE EL CAIRO" DE WOODY ALLEN

Hoy voy a hablaros de una película de 1985 que fue galardonada con un Globo de Oro al mejor guion, premios de la Academia Británica de Cine a la mejor película y guion, César a la mejor película extranjera y Mejor guion según el Círculo de Críticos de Nueva York. Me refiero a La rosa púrpura de El Cairo escrita y dirigida por Woody Allen y protagonizada por Mia Farrow y Jeff Daniels.

El largometraje refleja la sociedad de los años 30, sumida en la depresión económica, y nos presenta a Cecilia (Mia Farrow) una mujer que vive en una pequeña localidad de Nueva Yersey, que acude asiduamente al cine para tratar de evadirse de su triste vida, marcada por un matrimonio infeliz y una dura situación económica. Después de ver numerosas veces la película La rosa púrpura de El Cairo de su actor favorito, su personaje -Tom Baxter (Jeff Daniels)- sale de la pantalla para conocerla. 


Lejos del argumento visto desde una perspectiva más simple, creo que esta película rinde homenaje al cine y a su capacidad de proporcionar evasión. No solo nos está hablando de la mala situación que se vivió en aquella época donde la gente estaba sumida en la desesperanza y que, como en el caso de Cecilia, se evadía visionando historias en donde existía la vida glamurosa, el amor romántico y en las que casi se rayaba la perfección. 

A mi parecer, este largometraje entremezcla realidad y ficción para enseñarnos qué tan diferentes pueden llegar a ser y para aproximarnos a diversos temas sobre el mundo del cine. 

¿Pueden realmente convivir en el mundo realidad y ficción o no tienen cabida juntas? 

Ahí es donde está el encanto. Ambas se atraen como dos polos opuestos. Cecilia (la realidad) desea vivir en el mundo ficticio. Tom Baxter (la ficción) desea vivir en el mundo real. Ambos viven una especie de idilio amoroso donde se hace referencia a la incompatibilidad de ambas aprovechando, además, para crear situaciones cómicas como, por ejemplo, cuando tienen que huir de un restaurante porque Tom paga con billetes falsos de la película; Tom no sabe conducir un coche porque en la película no tiene que arrancar el motor y el vehículo se mueve solo, etcétera. 

Además, y me parece brillante, los diálogos y las situaciones también sacan a relucir temas del mundo del cine e incluso, en ocasiones, tecnicismos de la propia creación de películas. Me llamó mucho la atención cuando, por ejemplo, Tom besa a Cecilia y se extraña de que no ocurra un fundido a negro. 

Vemos, por ejemplo, el eterno debate de quién crea realmente a un personaje. ¿Es el guionista o el actor que lo encarna? ¿tal vez ambos? Podemos ver este debate a través de Gil (Jeff Daniels), el actor que encarna a Tom Baxter, y Mia, quien lo considera un gran actor y ha visto todas sus películas. Ella opina que es el guionista el creador y Gil, asiente en que en cierta forma así es, pero que él lo encarnó y dio todo lo mejor de él para hacerlo lo más real posible. 






Por otro lado, se elogia de alguna manera a los buenos actores, pues la actuación de Gil es tan buena que ha logrado que su personaje cobre libre albedrío y salga de la gran pantalla al mundo real. Eso sí, siempre matizado por los puntos que lo caracterizan como personaje de aventuras y de los que no puede desprenderse. 

Vemos también al actor que se interesa por la opinión de una espectadora aficionada que le habla con sinceridad y critica al mundo de los críticos tildándolos de “falsos y pelotas”. 

Tenemos, además, la lucha entre el actor y el personaje por el amor de Mia. De nuevo, realidad y ficción. El actor no puede perder la reputación por culpa de las locuras de su personaje y está dispuesto a lo que sea con tal de devolverlo a la película. Por otro lado, Tom, tiene en común algunos rasgos y matices del actor, puesto que al encarnarlo, dejó parte de él en su esencia. Esos rasgos son los que Gil saca a relucir para tratar de ganar la batalla. Finalmente, su poder de convicción lo hace triunfar a pesar de que uno de los personajes de la película, le dice a Mia que opte por Tom porque no tiene defectos y es perfecto. 

Podemos observar, también cómo le afecta a una película la opinión de los espectadores que, en este caso, se quejan de que no tiene argumento, de que los personajes están sentados sin hacer nada ni decir nada interesante… etcétera. Todo provocado, por supuesto, por la marcha de Tom Baxter que, aunque sea un personaje secundario, debe estar en escena para que el resto continúe con la trama. Todo este caos lleva a los productores, etcétera a plantearse la retirada de la película hasta que Baxter vuelva. 




Y, por último, cabe destacar el final agridulce, pero esperanzador del largometraje donde Cecilia, cree estar a punto de cambiar su vida. Gil, el actor, le propone ir con él a Hollywood (personificación del lujo, de la vida glamurosa y aparentemente perfecta) y ella accede, decidida a dar un vuelco a su vida, pero desgraciadamente resulta durarle menos que un caramelo a la puerta de un colegio, pues Gil se va sin ella. Cecilia vuelve al cine, deprimida, y la vemos sonreír al ver maravillada cómo bailan y cantan en los lujosos escenarios de Sombrero de copa, Fred Astaire y Ginger Rogers como preludio, tal vez, de que pronto la buena vida volverá y la crisis económica acabará. 


Podría contaros mil y una cosas más, pero creo que he mencionado lo que me ha parecido más significativo. Sin duda, os recomiendo ver esta maravilla de clásico del gran Woody Allen. 


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