Hoy voy a hablaros del cortometraje París 70 dirigido por Dani Feixas y escrito por el guionista Nacho Solís. Esta obra cinematográfica se ha consolidado como el cortometraje más premiado del 2023. Ha cosechado 94 premios y 101 selecciones en distintos festivales de todo el mundo y aún sigue sumando reconocimientos. Desde que ganó el premio a Mejor cortometraje nacional en los Premios Fugaz en el pasado abril de 2023, tuvo una gran acogida en festivales. Cabe mencionar la nominación al Mejor cortometraje cinematográfico en los Premios Forqué, el estreno internacional en Estados Unidos de la mano del Hearthland Film Festival (un festival internacional calificador de los Premios Oscar) y la nominación a Mejor corto de ficción en los Premios Goya. La obra cuenta con los actores Neus Asensi, Luisa Gavasa y Alain Hernández quienes realizan una gran actuación.
He tenido la suerte de poder visionar París 70 y he de deciros que es terriblemente conmovedor por la cruda realidad con la que se narra historia. Este cortometraje nos adentra en el mundo del Alzheimer. Esa terrible enfermedad que devora los recuerdos y la vida del que lo padece como un monstruo gigante y despiadado que solo “premia” con breves momentos de lucidez fugaz que siempre abruma y “recompensa” de alguna manera a sus familiares cuidadores. Refleja en tan solo unos trece minutos aproximadamente cómo es la enfermedad y el sufrimiento interior del cuidador (interpretado por Alain Hernández). Nos habla de esa impotencia y tristeza anidada en el cuidador que ve los días pasar en una cuenta progresiva hacia el fin de la enfermedad, pero también del amor que siente hacia su madre (interpretada por Luisa Gavasa), la paciencia y la delicadeza con que la trata en un intento de hacerle más llevaderos los días. Es precioso ver cómo se las ingenia para hacer feliz a su madre y paliar su intranquilidad sacando a la luz recuerdos de la familia atesorados en álbumes de fotos.
La figura de la médico de cuidados paliativos (interpretada por Neus Asensi) juega un papel fundamental en el apoyo y consuelo del hijo cuidador al que aconseja y guía en la enfermedad.
También nos recuerda brevemente la huida que protagonizan el resto de los familiares que no se hacen cargo del enfermo, dejando recaer, con frecuencia, el peso en una sola persona.
Esto nos hace replantearnos la vida. Cuando en una familia se dan este tipo de enfermedades, una gran mayoría tiende a no responsabilizarse bien porque egoístamente no quieren malgastar su tiempo, bien por miedo a enfrentar la enfermedad o bien porque pelear con la enfermedad los enferma. Realmente hay que ser muy fuerte de mente para ver a un ser querido degenerarse lentamente hasta verlo convertirse en un ser que sufre y que no es consciente de nada. Es muy duro y, verdaderamente, creo que no se reconoce lo suficiente a todas esas personas que dejan su vida a un lado y entregan todo su amor a su familiar enfermo deshaciéndose en cuidados y armándose de paciencia día tras día. Es conmovedor.
¿Nadie se pregunta cómo se siente el cuidador? ¿Os podéis imaginar por tan solo un segundo el agotamiento que yace en su interior? La enfermedad no es Oslo para el que la sufre sino también para el que cuida del enfermo. Si conocéis a alguien que esté pasando por una situación similar, dadle aliento, echadle una mano en lo que podáis, no lo dejéis solo con algo así. En compañía todo es siempre mejor. Para eso está la familia. Y sí, también los amigos.
Quien pueda ver París 70 en Movistar o Veomac os lo recomiendo encarecidamente. Os hará reflexionar y emocionará.
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