El hecho de pensar en nuevos proyectos con motivo del Año Nuevo me ha llevado a rememorar la visita que hice hace unos años a la exposición del templo de Ramsés II, Abu Simbel. Me desplacé hasta Sevilla para poder disfrutar de la recreación de este gran templo y la exposición de piezas egipcias. Es lo más cerca que he estado de un templo egipcio y aunque fuera una reproducción, os aseguro que me sobrecogió poder adentrarme en su interior y recorrerlo paso a paso. La experiencia fue además enriquecedora gracias a un guía especializado que nos contó durante la visita guiada miles de anécdotas sobre Ramsés II y la cultura del antiguo Egipto. Recuerdo que nos explicó algunos de los jeroglíficos que se encontraban en la sala hipóstila (Pronaos). En ellos se hablaba de la figura de Ramsés II como guerrero y triunfador de batallas. Concretamente en una de las paredes se hacía referencia a la famosa batalla de Qadesh. El guía nos explicó que los jeroglíficos endiosaban al faraón probablemente más de la cuenta, pero que esa era la imagen que debía dar un gran faraón. Nos habló de la longevidad de Ramsés II y de su “fama” de procreador. Se decía que tenía unos ciento cincuenta y dos descendientes. De ahí que en uno de los relieves de la Pronaos utilizaran como símbolo de fertilidad el miembro viril del faraón Ramsés II.
Tras recorrer con detalle la sala hipóstila donde cabe destacar
también los ocho colosales pilares osíridas que representan a Ramsés II
deificado vinculado al dios Osiris, nos adentramos en el vestíbulo. Podemos ver
que este consta de cuatro pilastras decoradas con escenas de ofrendas a los
dioses. En sus muros hay coloridas representaciones de Ramsés II y Nefertari
con las barcas sagradas de Amón y Ra-Horajti.
Después, tras una pequeña sala que correspondería en el
templo real a la sala de ofrendas, llegamos al santuario. Allí estaban las
esculturas de Ra-Horajti, el dios deificado Ramsés y los dioses Amón y Ptah
sentados ante el muro que cierra la sala. Lo curioso de esto es que el templo
fue construido de forma que los días 21 de octubre y 21 de febrero los rayos solares
penetran en el templo e iluminan tres de las estatuas sedentes a excepción de
la que corresponde al dios Ptah que siempre permanece en penumbra por estar
relacionado con el inframundo (la Duat).
Volviendo a mis impresiones, como os decía, al pasear entre
las colosales columnas, rodeadas de jeroglíficos de vivos colores, me sentí transportada
al antiguo Egipto. Pude sentir su magia y verdaderamente disfruté como una niña.
Me perdí en las pinturas del techo de la sala hipóstila, navegando hacia esa
mirada celestial de los egipcios.
Después recorrí la sala de la exposición de piezas de la
realeza egipcia. Pude ver la reproducción del sarcófago de Tutankamón y de
algunas de sus famosas reliquias. Cabe destacar la reproducción de la fachada
del templo de Nefertari. Recuerdo que el guía nos habló del gran amor que
sentía Ramsés II por su esposa favorita, Nefertari.
Cuando la visita guiada terminó, no pude evitar comprar
algunas reproducciones en la sala de regalos del museo. No pude resistirme al
busto de Tutankamón, una reproducción de su sarcófago en miniatura y, por
supuesto, un colgante de la llave de la vida (Ankh) que tan importante es en mi
novela El enigma del laberinto perdido (The Enigma of the Lost Labyrinth)
Espero que os haya gustado la crónica. ¿Alguna vez habéis
visitado una recreación de un templo egipcio? ¿Habéis tenido el privilegio de
estar en uno de ellos en Egipto? Podéis comentarme si queréis, ya sea en
español o en inglés. Os leeré y contestaré encantada.
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