lunes, 3 de junio de 2024

EDADISMO Y CRÍTICA HACIA EL FÍSICO

 

Hoy voy a hablaros de un tema de actualidad que sinceramente me enerva. Se trata del edadismo y de la crítica hacia el físico y discriminación por defectos físicos. Me parece indignante como ser humano que a estas alturas de la vida siga existiendo este tipo de problemas y que la gente aún no se haya dado cuenta de que somos almas y no trozos de carne a los que despellejar. Me ha surgido hablar de este tema porque he leído un artículo donde una persona se sentía mal porque se metían con su físico y su edad.

Para los que no hayáis oído hablar del primer concepto, el edadismo es la discriminación contra personas o colectivos por motivo de edad. Engloba una serie de creencias, normas y valores que justifican la discriminación de las personas según su edad. Aunque si bien es cierto que el término se asigna mayoritariamente a las personas mayores, también se ajusta a todo tipo de edades correspondientes a cada etapa de la existencia humana. Por ejemplo, últimamente se está dando mucho la crítica hacia las mujeres de cuarenta años por ser madres a esa edad o por su forma de vestir. Han criticado a muchas mujeres por tener un hijo pasados los cuarenta aludiendo a que son mayores para tal cometido y que deberían de haber sido madres antes o olvidarse de ello. De la misma manera, si son solteras también se las critica e incluso se señala su forma de vestir si por ejemplo lucen una minifalda aludiendo que son “mayores” para enseñar así las piernas. Creo que todas estas críticas no deberían existir. Cada persona es libre de hacer las cosas cuando le apetezca y esté preparada para ello o para cuando las circunstancias les dejen. Nadie tiene el derecho de criticar a los demás y mucho menos sin saber. Nos pierde la boca y no vemos la biga en el propio ojo. Deberíamos ayudarnos más y echarnos menos piedras los unos a los otros. No vinimos al mundo a hacer daño, sino a hacer el bien. 

Por otro lado, están las discriminaciones a las personas que pasan los sesenta años. Se considera, por ejemplo, que no son útiles para trabajar y eso no tiene por qué ser así. Hay personas que no son aptas siendo jóvenes y personas con más edad que sí lo son. La edad no es lo que realmente nos limita. En otros países, por ejemplo, se puede trabajar hasta la edad que uno considere oportuno. Siempre que una persona no esté limitada y se sienta con fuerzas y buena salud ¿por qué no puede trabajar? Para muchas personas el trabajo es su razón de ser. Ocurre muy frecuentemente que gente que se jubila entra en depresión. No todas las personas tienen hobbies, nietos, una familia, etcétera. Cada persona es un mundo y el mundo mismo y las circunstancias en las que vivimos son difíciles. 

Sin ir más lejos, otro ejemplo de esto podría ser el amor. Existe el dicho popular de que “el amor no tiene edad”, pero realmente para una mayoría de la crítica pública sí que lo tiene. Para algunos enamorarse es solo para adolescentes o jóvenes adultos, pero pasados los cincuenta puede resultar un espejismo. ¿Acaso no puede una persona de cincuenta, sesenta, incluso setenta años enamorarse? ¿Qué tiene de raro o prohibido? El amor verdadero es libre, es puro, no entiende de edad ni razas ni culturas. Se considera que uno a cierta edad no puede enamorarse porque ya no puede ni debe ilusionarse, porque no es propio de la edad y porque después de los golpes de la vida uno no debe dejarse llevar por ese tipo de sentimientos. Creo que en este tipo de críticas vive más la envidia y el miedo que otra cosa. ¡Benditos aquellos que después de duros golpes son capaces de volver a amar como la primera vez! 

Se tiende a categorizar a la gente según las actividades que por su edad se supone que debería de llevar a cabo. Por ejemplo: los adolescentes y los jóvenes van de fiesta, son más promiscuos, viven la vida sin prudencia, etcétera. Hay muchos adolescentes y jóvenes que son todo lo contrario a ese estereotipo y no por eso debe de no tenérseles en cuenta. Hay muchos adultos que se comportan como los adolescentes también ¿Y? Esto una vez más demuestra que el alma no se rige por la edad. La edad es solo algo terrenal que nos indica el paso del tiempo. Nada más. 

Por otro lado, tenemos las críticas hacia el físico de las personas o la discriminación por un defecto físico. ¿Acaso se puede permitir a estas alturas de la vida, después de milenios de vida humana, que se haga bullying a una persona por ser gorda o tener una nariz aguileña, etcétera? ¿De verdad? Resulta triste e indignante que niños se vean acosados en los colegios por tener gafas, ser gordos o flacos, ser más guapos o menos. No importa que sean niños, eso no lo justifica. El respeto debe existir en cualquier edad y debería de ser inculcado así. Todos tenemos defectos, incluso el más guap@. Pero sin duda es mucho más indignante ver que esto ocurre a cualquier edad. Que se critique a una persona porque sea calva, o gorda, o excesivamente delgada, o porque tenga arrugas, porque sea baja, o tenga una cicatriz o un largo etcétera. Siempre habrá algo que se pueda criticar si se quiere hacer daño. ¿Y para qué? ¿Para qué ensañarse con los defectos de la gente? ¿Por qué no se practica más el alabar las virtudes de los demás en vez de fijarnos en los defectos? ¿No haríamos un mundo mejor? La envoltura física al igual que la edad no son nada. Solo son “extras” terrenales. Lo único que importa realmente es el interior (el alma) y con tanta distracción la mayoría de las veces no lo sabemos ver. Tendemos a quedarnos en lo exterior y nos perdemos lo más importante. 

Así que dejo esta reflexión porque creo que deberíamos plantearnos el daño que podemos hacer cuando rechazamos a alguien por su edad, aspecto físico, etcétera. La clave es la EMPATÍA, ponerse en el lugar del otro porque, por ejemplo, aquella persona que critica a otras por considerarlas más feas o gordas puede tener en un momento de su vida una depresión y ponerse gorda o tener un accidente y volverse “fea”. En esta vida todo es efímero. Uno debe aceptarse tal y como es y aceptar a los demás en la misma medida y, por supuesto, no considerarse mejor que el resto. 

¡¡FELIZ LUNES!!

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