¡Buenas noches, lectores! Hoy quiero
hablaros de uno de los acontecimientos más esperados en el mundo literario este
año: el lanzamiento de la nueva novela de Javier Sierra, El plan
maestro. Tal y como las campañas de márquetin anuncian y bombardean: “el
maestro del misterio ha vuelto”. ¡Y es que no es para menos! El escritor,
conocido por sacar a la luz misterios ocultos, ha regresado con un nuevo libro
que convierte a su novela El maestro del Prado (The Master
of The Prado) en parte de su nueva trama para desvelar la verdadera
naturaleza del extraño visitante del Prado (que aparecía en aquella novela) y
para resolver una búsqueda vital cargada de asombrosos descubrimientos.
El pasado 26 de febrero El plan
maestro salió a la venta arrasando en España, pues se agotó la primera edición
en UN SOLO DÍA. La novela es ya todo un éxito.
La prensa ensalza al escritor por su
rigor histórico y narrativo, y por su gran capacidad para fusionar historia y
misterio en una lectura absorbente. Sin
lugar a duda, personalmente corroboro que lo que dicen es totalmente cierto.
Cada uno de sus libros es todo un universo lleno de misterios e interrogantes
interesantes que no dejan a nadie indiferente. Todo aquel que esté “sediento”
de conocimiento será recompensado con cualquiera de sus novelas.
Comparto con vosotros la sinopsis de El
plan maestro:
En 1990, Javier Sierra fue abordado
por un sujeto singular en el Museo del Prado. Este le confesó que existía una
comunidad secreta que, desde hacía siglos, se había dedicado a proteger una
selección de obras que servía de puerta entre distintos mundos. Aquel tropiezo
dio lugar a El maestro del Prado (Planeta, 2013).
Desde entonces, el autor se ha
obsesionado con encontrar de nuevo a ese personaje y, en su camino, ha
descubierto que existe un «plan maestro» que otorga al arte un sentido
esencial. Este lleva siglos siendo urdido por unos misteriosos maestros que han
transformado a nuestra especie hasta límites insospechados. Algunos mitos se
refieren a ellos como dioses instructores, otros como daimones; también como
ángeles y espíritus. Sus ideas han moldeado nuestra especie con aportes como la
agricultura, la astronomía, las matemáticas o la expresión artística. Pero
¿quiénes son ellos?
Una apasionante novela que te hará
viajar a través del arte a una historia desconocida de la civilización.
Hoy quiero hablaros de un tema actual
que últimamente oigo en entrevistas, televisión, en la calle… Parece una plaga
que se extiende. Os estoy hablando de la depresión, ese monstruo que
devora sin piedad a sus víctimas, desdibujándolas; haciéndolas olvidas quienes
son y lo que fueron en un pasado.
Es una enfermedad, que junto a la
ansiedad y el estrés, nos acompañan este siglo XXI. ¿Quién no la ha padecido en
algún momento de su vida o ha visto padecerla a alguien de su entorno?
Lo más triste de todo es que puedes
ver a jóvenes padeciéndola por culpa de la presión a la que les somete la vida
cuando, en cambio, deberían estar llenos de alegría y vitalidad.
Creo que cada día que pasa nos
autoexigimos más, nos forzamos en dar mucho más de lo que realmente podemos.
Existe una conciencia colectiva que solo nos insta a ser mejores, máquinas de
trabajo, metas y aspiraciones. Lo único importante es autorrealizarse y
conseguir tus metas-sueños. En la teoría, todo es “muy bonito”, pero a la hora
de la práctica llegan las frustraciones y cuando no se tiene nada donde
agarrarse, al final, se cae. Con esto no quiero decir que sea malo
autorrealizarse; esto debe ser una meta importante en la vida de un ser humano,
pero creo que nos olvidamos de algo sumamente importante: la familia, el amor.
El hecho de que hoy en día estos
valores hayan perdido importancia, nos ha hecho sentirnos más vulnerables
aunque no se diga demasiado. Se educa a los más pequeños en el concepto de que “somos
una isla” y, sinceramente, el ser humano nunca estuvo programado para ser una
isla. No somos de piedra. Claro que podemos sobrevivir solos, pero todo el
mundo necesita un apoyo; dar amor, recibir amor. Somos seres de luz y los seres
de luz vibran en amor.
La soledad permanente no es buena, no
nos engañemos. La vida siempre tiene momentos en los que todo salta por los
aires como si hubiera habido una erupción en un volcán y es en esos momentos
cuando se necesita una mano amiga que nos sostenga, que nos recuerde quiénes
somos y nos ayude a salir de los malos momentos.
También el hecho de que la fe se haya
debilitado en una gran mayoría ha influido en que esos momento de oscuridad
arrasen con todo.
Creo que para poder vivir tranquilos,
deberíamos encontrar un equilibrio entre la autorrealización (vida profesional)
y las relaciones interpersonales (vida familiar).
Si recordáis, antiguamente las
familias pasaban por rachas terribles, guerras, crisis económicas, hambre, pero
estaban tan unidas que eran capaz de superar todas las adversidades. Un ejemplo
de esas familia podemos verlo en la ficción a través de la familia Alcántara de
la serie histórica Cuéntame. A pesar de las diferencias entre sus
miembros, los distintos caracteres e ideologías siempre primaba el amor y la
unión ante las adversidades. Incluidos los amigos de la familia.
Hoy en día, la vida nos exige un
ritmo tan veloz que no nos damos cuenta de la presión a la que se nos somete,
ni de cómo se sienten los demás a nuestro alrededor. El tiempo vuela.
Por otro lado, nos obsesionamos con
dar lo mejor de nosotros. A veces, nos exigimos más de lo necesario y somos
severos con nosotros mismos por lo que esto provoca frustración en cuanto las
cosas no salen como deseamos.
Pienso que deberíamos relajarnos,
darnos un tiempo para desconectar, respirar aire puro, dejar la mente en
blanco, disfrutar de la naturaleza y hobbies que nos gusten. Mimarnos un poco
es necesario para una buena salud mental, al igual que rodearnos de gente que
nos quiera bien. Sobre todo debemos aceptarnos tal y como somos y no olvidarnos
de dar amor a nuestros seres queridos.
Y recuerda, si estás mal, pide ayuda
(no es malo, ni te convierte en una persona débil). Siempre habrá alguien
dispuesto a escucharte y tenderte una mano.
¡FELIZ LUNES!
Os dejo esta canción de Batuka, titulada Respira para que la escuchéis cada vez que necesitéis subir el ánimo:
Hoy me gustaría hablar de algo que
seguro que a muchos de vosotros os pone nostálgicos. Os propongo un viaje a la
infancia para rememorar aquellos juguetes y primeros videojuegos de los años
70, 80 y 90 que marcaron nuestra niñez.
Por aquel entonces, nos sobraba imaginación
y creatividad. Cualquier cosa, por pequeña que fuera nos entretenía. Había
muchísimos juegos en grupo que desarrollaban nuestra motricidad al tiempo que
nos divertíamos. ¿Quién no jugó alguna vez a la comba o la goma elástica
al son de aquellas canciones repetitivas?
También era típico llevarse al recreo
del colegio el diábolo o el muelle mágico de colores. Los chicos
solían llevar también las peonzas o trompos de madera.
Jugábamos a las canicas, pasábamos el
tiempo entretenidos con los yo-yos (yoyós) y los animalocos
animales pegajosos (aquellos que pegabas a las mesas, paredes, suelo… )
Uno de los juguetes de la corona era
el cubo de Rubik. ¿Quién no pasó tiempo tratando de completarlo?
¿Y qué me decís el famoso juego de
la rayuela? ¿Cuántas veces habremos jugado en el patio del colegio e
incluso en casa?
Había algo que me encantaba: las
muñecas recortables. Eran geniales. Había todo tipo de diseños, siempre con
un montón de vestidos recortables para jugar a vestirlas. A mí personalmente me
gustaba diseñarles los vestidos y dibujarlos por mí misma. Así vestían a mi
gusto. Además, lo mejor de todo era hacerles la casita de cartón con sus
muebles de papel y cartón. Usaba cajas de zapato para hacer las habitaciones y
me encantaba hacerles celebrar la navidad.
Recuerdo también los Tazos y los Tomavistas. Me encantaba coleccionar tazos y jugar con ellos. Tenía un montón, sobre todo de los Looney Tunes.
También teníamos en nuestras manos
las famosas Barbies. Siempre con sus complementos, casas, coches,
caballos, etcétera. Era todo un universo (con el que yo hacía “mis películas”,
por cierto).
Los chicos tenían los Action
Man y los PlayMobil (que me encantaban, por cierto). Con
ellos podían imaginar todo un universo de fantasía. Personalmente me encantaban
los PlayMobil Medieval y la gran casa victoriana (que ha
aparecido en algunas series de ficción como Ana y los siete).
Después llegó el universo Lego
y la arquitectura se hizo más presente que nunca. Era una maravilla crear con
esta marca. De hecho, hoy en día sigue estando muy en auge y existen incluso
programas de televisión donde se ganan premios construyendo cosas increíbles
con Lego (Lego Masters).
No nos podemos olvidar tampoco de los
primeros juegos interactivos y digitales como fueron las miniconsolas de
Tetris (Brick Game), las maquinitas de agua de anillos, los famosos Tamagochis
(mascotas virtuales). ¿Quién no pasó horas jugando a todos ellos? También
existían simuladores de vuelo y de conducción de coche. Recuerdo que yo
tenía uno cuando era pequeña.
Luego llegaron los primeros
ordenadores para niños que contenían juegos como “el ahorcado”, “la serpiente”,
etcétera donde aprendías vocabulario.
El primer ordenador con juegos fue TheSpectrum. Se jugaba conectándolo a un televisor y lo recuerdo como si
fuera ayer. El mítico juego de coches Out Run, el de Batman, el
de deportes de invierno… etcétera. Los juegos estaban en unas cintas (como las
de casete) que se introducían en el lector que venía en el teclado. Fue el
primero que yo vi cuando era una niña y me encantaba jugar en familia.
Luego llegó la Nintendo con
sus míticos juegos de Mario Bross, Ice Climber, Donkey Kong, Circus,
Galaxian, Zelda… y un largo etcétera. Con ella disfrutamos las familias de
tardes y veladas llenas de diversión. ¿Quién no tuvo una? Hoy en día, con la Nintendo
Switch tenemos algo similar (con muy buenos gráficos) para pasar ratos
entretenidos en grupo o solo. Incluso con el plus de estar en movimiento
o entrenando tu cuerpo con muchos de los múltiples juegos con sensor de
movimiento.
También llegó el boom de los
ordenadores Windows (95, 96, 97, 98, ME, XP… etcétera) Con él llegó el Buscaminas,
la simulación de conducción de coches, el Solitario, el PinBall, los programas
para dibujar como el Paint, etcétera.
También teníamos los típicos juegos
de mesa como: Los juegos reunidos, el Juego de la Oca, el Parchís, Quién
es quién, Tabú, Pictionary, Trivial, Monopoly, Bingo, Cluedo, etcétera.
Por último me gustaría recordar el
boom de los cromos panini. Con cada película de dibujos animados como El
rey león, La sirenita, Blancanieves, Pocahontas, etcétera o con otros “iconos”
coleccionables como el universo Barbie, Los Simpsons… Salían a la
venta álbumes de cromos donde en cada cromo se recogían, en el caso de las
películas, escenas de los largometrajes y sus personajes. Todo el mundo al
salir del colegio iba a comprar sobres de cromos para al día siguiente
intercambiar los que te habían salido repetidos por otros que te faltasen para
completar la colección. Era todo un entretenimiento. Al igual que lo era
intercambiar estampitas (hojas de bloc de notas infantiles) o pegatinas.
Podría seguir mencionando muchos más
juguetes o juegos de aquellos años, pues la lista es interminable, pero estos
son los que inundaban mi infancia y me trasportan a ella. Espero que leerlo y
ver las imágenes también os haya transportado a vuestra etapa de niñez y os
haya hecho sonreír.